Por Wendy Jiménez | Publicado en Luchadoras 

El deporte no ha sido muy acogedor para las mujeres, sobre todo si contradice las características físicas e intelectuales a las que históricamente han sido sometidas. La idea de que el hombre es más fuerte, más resistente, más habilidoso y que no puede verse superado por una mujer, se convirtió en el principal obstáculo a enfrentar al momento de desear participar en disciplinas competitivas.

A lo largo de la historia, hombres y mujeres han seguido una serie de reglas no escritas para ocupar un lugar en la sociedad que van desde cómo deben vestirse, las actividades a desempeñar, la forma de hablar y de relacionarse, hasta sus aspiraciones profesionales. Sin importar que tan ilógicos sean esos mandatos o qué se tenga que hacer para que se cumplan.

El único deber de las mujeres era ser bonitas para sus esposos, lavar, planchar, hacer de comer y cuidar a los hijos. Los libros, la ciencia y el deporte no era para ellas. Pero se las ingeniaron para poder acceder a otras áreas más allá de la cocina.

La lucha por la igualdad de género sigue vigente en el siglo XXI, la disparidad salarial, la falta de oportunidades, los cuestionamientos sobre sus cuerpos y su derecho a decidir sobre ellos, siguen siendo brechas que no se han podido cerrar. Esta situación limita que puedan desarrollarse plenamente en el ámbito que deseen.

Cruzar la meta de la exclusión 

El atletismo no escapa a estos mandatos. La prueba de los 800 metros masculino se incluyó en los Juegos Olímpicos de Atenas 1896. El debut en la rama femenil se dio más de 30 años después en Ámsterdam 1928, sin embargo, fue considerada por las autoridades deportivas, una prueba de alto grado de dificultad para las atletas y fue sacada de las competencias hasta Roma 1960 que volvió a incluirse.

El ambiente sexista y racista en el deporte se convirtió en el objetivo a vencer de cientos de mujeres como Roberta “Bobbi” Gibb que en 1966 se convirtió en la primera mujer en correr un maratón, lo hizo en su ciudad de nacimiento, Boston, sin número de inscripción y con tenis para hombre.

En ese tiempo se consideraba que las mujeres no tenían las condiciones fisiológicas para recorrer distancias largas. En su hazaña por demostrar lo contrario, terminó la prueba en un tiempo de tres horas, 21 minutos y 40 segundos. Inspirando a más mujeres a correr. En 1971 se permitió oficialmente la participación de ellas en esta prueba.

Caster Semenya, la ruptura de todos los esquemas

Mokgadi Caster Semanya es una atleta sudafricana de 29 años especialista en los 800 metros planos. Dos veces medallista olímpica – en Londres 2012 y Río 2016 – y tres veces campeona mundial – Berlín 2009, Daegu 2011 y Londres 2017 –. Su mejor marca es de 1:54.25 minutos y la logró en un evento de la Liga Diamante de atletismo en París 2018.

A los 18 años ganó el Campeonato Mundial de Atletismo 2009 que se celebró en Berlín. Horas después de haber ganado la medalla de oro, fue centro de ataques que ponían en duda su género.

Caster Semenya tiene hiperandrogenismo, es decir registra niveles de testosterona superiores a 10 nanomoles por litro, niveles similares a los de los hombres, lo que fue considerado por las autoridades deportivas como una ventaja competitiva sobre el resto de las atletas, por una supuesta mejora en el rendimiento hasta de un tres por ciento.

A partir de ese año su nombre alcanzaría una fama mundial que sigue vigente y no precisamente por sus extraordinarias habilidades deportivas y su fuerza mental que se pueden observar en cada una de sus competencias.

La Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo, (IAAF por sus siglas en inglés), es la autoridad deportiva encargada de estandarizar los métodos de medición y crear condiciones igualitarias para todos los competidores. Ha emprendido una extensa y dura campaña para limitar a Caster Semenya de participar como lo que es, una mujer.

En agosto de 2009, sin cuidar su privacidad y sometida al escrutinio público, fue inhabilitada para competir y obligada a realizarse pruebas de verificación de sexo ante una comisión médica conformada por áreas de ginecología, endocrinología, medicina interna, psicología y un experto en género.

Los resultados se mantienen en estatus confidencial, sin embargo, en julio del 2010 la Asociación aceptó los resultados de la prueba, y permitió que Caster Semenya participara libremente. La resolución no terminó ahí, años después se interpusieron una serie de recursos para frenar su participación en eventos deportivos.

En 2018 y después de dar a conocer los resultados de unos estudios financiados por la IAAF sobre las ventajas competitivas en mujeres con hiperandrogenismo, se aprobó una norma más restrictiva que establece el límite de los 5 nanomoles por litro de sangre. Por lo que las atletas con estas características en especialidades desde 400 hasta mil 609 metros que desean participar en pruebas internacionales tenían dos opciones: medicarse para reducir sus niveles de testosterona o competir contra hombres.

Dopaje permitido

Las nuevas restricciones permiten prácticas de dopaje en atletas mujeres con altos niveles de testosteronas, es decir, originalmente se considera inválido ingerir cualquier tipo de hormonas que alteran la función normal del cuerpo. Pero no es el caso de Caster Semenya, a quien le pusieron como una vía para seguir compitiendo, que su cuerpo sea sometido a un tratamiento médico para terminar con esa “ventaja” sobre otras mujeres.

Ante las nuevas reglas, el grupo de abogados interpuso una apelación ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (también conocido como TAS por las siglas en francés), – considerada máxima jurisdicción deportiva que se encarga de solucionar disputas entorno al deporte – para evitar ser sometida a tal tratamiento.

En el 2019 el TAS valida los límites de testosterona permitidos para las mujeres, por lo que, si Caster Semenya quiere competir, no tiene opción más que someterse a la medicación. En la resolución reconoce que es un reglamento discriminatorio, pero lo considera necesario para preservar la integridad del resto de las y del deporte femenil.

Mujeres sometidas a pruebas de confirmación de sexo

La concepción del mundo binario forja la necesidad de que las personas se asuman únicamente como hombres o mujeres, sin importar lo que se tenga que hacer para lograrlo, interponiendo las características de género que representan injusticias y discriminación desmedida.

En el deporte las mujeres se han tenido que someter a rigurosas pruebas de confirmación de sexo, desde desfiles con los genitales expuestos hasta exámenes físicos donde un grupo de especialistas realizaba una revisión buscando genitales masculinos ocultos.

Bajo el entendido de que sólo los hombres pueden ser bastante buenos en los deportes, pueden romper récords y hacer cosas extraordinarias. Si una mujer lo hace es porque seguramente cuenta con características físicas y fisiológicas de un hombre.

Caster Semenya no ha sido la única mujer cuestionada por su velocidad, fuerza, resistencia y su musculatura, características no propias de una mujer, como lo marcan las reglas no escritas de género

Sin embargo, es el cuerpo más paradigmático del siglo XXI que ha sido señalado bajo la intención de garantizar el juego limpio para todas las competidoras.

La excesiva producción de testosterona que genera el cuerpo de Caster Semenya no ha sido para nada elogiada como otras características en atletas hombres que podrían significar una ventaja competitiva.

Tal es el caso del nadador estadounidense Michael Phelps. Su cuerpo ha sido por años una fuente de investigación para explicar por qué es tan bueno en su disciplina.

Se encontraron una serie de características físicas como la amplitud de sus brazos, articulaciones flexibles, cuerpo aerodinámico y sus pies grandes. También se determinó que contaba con poca producción de ácido láctico (sustancia que provoca fatiga y una lenta recuperación del esfuerzo), es decir, que posee la capacidad de recuperación rápida. Hecho que fue considerado como afortunado por su naturaleza y para nada fue cuestionado como una ventaja desleal ante los demás atletas, como en el caso de Caster Semenya.

No es la más rápida pero sí la más perseguida

Pero las reglas no sólo son diferentes entre hombres y mujeres, pareciera que también influyen cuestiones de raza y color. Caster Semenya no es la mujer más rápida en la historia de los 800 metros femenil.

Su mejor marca la logró en el 2018 pero no le fue suficiente para superar a la número uno del ranking mundial, la checoslovaca Jarmila Kratochvílavá, quien a pesar de que también estuvo envuelta en escándalos que ponían en duda su capacidad física para correr rápido, estos se centraron en la probabilidad del consumo de sustancias prohibidas y no por su condición física.

Sin embargo, no se ha visto una persecución tan brutal a las competidoras que registran las mejores marcas, a pesar de las afirmaciones de las autoridades deportivas sobre la supuesta “ventaja” de la sudafricana, misma que no ha sido suficiente para poder romper todas las marcas.

ATLETAPAÍSTIEMPOAÑO
Jarmila KratochvílaváChecoslovaquia1:53.281983
Nadezhda OlizarenkoUnión Soviética1:53.431980
Pamela JelimoKenia1:54.012008
Caster SemenyaSudáfrica1:54.252018

Nuevos retos para Caster Semenya en Tokio 2021

En marzo pasado, Caster Semenya expresó su deseo de competir en el más alto nivel y ante la restricción de hacerlo en los 800 metros, hizo un cambio de distancia para competir en los 200 metros y lograr una plaza a los Juegos Olímpicos de Tokio 2021 y así evitar someterse a la medicación sugerida por las autoridades deportivas.

“Soy una mujer que toma sus propias decisiones y no voy a cambiar por ningún hombre”

En 2019, después del Mundial de Doha, comentó: “Soy una mujer que toma sus propias decisiones y no voy a cambiar por ningún hombre”, dejando claro que no se medicará para poder competir en las pruebas, pero seguirá demostrando que su esfuerzo, dedicación y talento la llevará a estar en lo más alto de deporte olímpico.

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